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martes, 30 de octubre de 2012

HALLOWEEN







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La noche prometía. Yo destilaba progesterona emulando a una Marilyn sobrada en curvas, tú querido mío, rebosabas testosterona por los cuatro costados, ni el mismísimo Marlon Brandon lo hubiera logrado.

Acudimos a nuestra cita a ciegas en el punto de encuentro, dimos la contraseña y tras ella dejamos escapar un ligero pensamiento hecho en voz alta: ¡guau!

La ocasión  la pintan calva, o eso dicen, así que fuimos conducidos como por encanto hasta la fiesta de disfraces que regalaba la velada.

Risas, tratos, trucos y alcohol. Dieron las doce y las luces de la sala se apagaron. El espacio era tétrico como lo requería la ocasión. Todos estábamos expectantes a ese momento. De repente un frío en mi espalda erizó todo mi cuerpo. Un tenue susurro me conmovió, seguido de una caricia afilada en mi cuello.

-          No grites.- Me ordenó.

-          No pensaba hacerlo.- Sonreí.

Mientras me guiaba a punta de navaja por entre la multitud, sus labios ávidos de deseo recorrían mi nuca. Su única mano libre, medía mi cuerpo vertiginosamente. Su lengua experta en despertar zonas olvidadas se encargaba de humedecer una piel árida hasta entonces.

Llegamos a una sala desierta. No se veía nada, una tenue luz se colaba por entre las cortinas del gran ventanal. No podía verle la cara, los ojos, él. Entonces inicié un ritual de caricias, notaba su excitación cada vez que el filo se clavaba más en mi garganta. Nos encontramos en  la duda de quién era víctima y quién verdugo.

Su boca buscó la mía y sin mediar palabra me tumbó sobre el suelo y él sobre mí. Su cuerpo musculoso hizo un efecto hechicero con mi mente y desde aquél instante fui sumisa, esclava de su pretensión.

Se desató una tormenta de pasiones, lluvia torrencial de besos y roces. Tras el temporal de vaivenes de caderas, apareció un arcoíris de respiraciones. Alzó el cuchillo, el cual brilló entre las sombras, atrapó un rayo de luna para que yo pudiera ver los ojos de su portador.

Creí que terminaría hundiéndolo en mitad del corazón como una estaca vampírica,  mas se limitó a limpiarlo y guardarlo. Se levantó de mi lado, se vistió y se dirigió hacia la puerta. Yo quedé inmóvil, mera espectadora de sus movimientos. No era mi Marlon, pude descubrir.

¿Quién me había poseído? Un grato enigma se abría ante mí. Su voz sonó inundando el aire.

-          ¿Cómo te llamas?

-          Norma Jean, para ti.- Atiné a responder.

-          ¡Encantado, Norma! Yo soy Barman,  el camarero del bar. ¡Feliz Halloween!

Tumbada, acariciando la herida de mi cuello,  recordando junto a un único testigo: el rayo de luna.


domingo, 21 de octubre de 2012

CENICIENTA SIN PERDICES


http://guia.actitudfem.com/princesas-de-disney-en-3d

A las doce en punto, Cenicienta recogía sus zapatillas de rizo americano, hechas en China pero compradas en una gran superficie. Hacía tiempo que sus zapatitos de cristal fueron guardados entre algodones, dentro de una caja y colocados en la estantería más alejada de la parte más alta de su armario de Ikea.

Se introducía en su gran cama principesca y allí aguardaba a que Príncipe Azul hiciera su aparición estelar. Esa noche, no apareció. Decidió quedarse retirado tres manzanas calle abajo, ante una pantalla futbolera de plasma, entre dos soldados reales cargados de espadas y alcohol y dentro del local más cutre y salchichero que se pueda encontrar en cien metros a la redonda.

Si había algo en la Tierra que Príncipe Azul adoraba más que a su propio porte, eso era el fútbol. Su campo de visión se adaptaba a las medidas de la pantalla en cuestión, descartando todo lo demás, incluyendo a la pobre Cenicienta. ¡Cuán equivocada se casó creyendo que conseguiría reconducir al príncipe con sus encantos! Tras un lustro, tristemente descubrió que no bastaban sus tetas, así que llegados a este punto concluyó que ese dicho que reza por ahí de que tiran más dos susodichas que dos carretas, es un bulo o una leyenda urbana.

Cenicienta se cansó de danzar, hacer aspavientos y  mandarle mensajes con las palomas. Las cuales abandonaron el palacio y se fueron a una compañía telefónica de auge porque allí les pagaban más y mejor. Llegó a completar una larga lista de esfuerzos, todo por llamar la atención de su Príncipe Azul.

Decidió conocer el mundo de la nueva era: la tecnología.

Con paso firme y una desafiante fila de doncellas, se marchó a un gran centro comercial y allí encontró lo que iba buscando. Un ordenador portátil última generación, un móvil con su whatsapp incorporado para no desaprovechar conversación, y por supuesto a un lacayo dispuesto a enseñarle paso a paso todos los secretos que encierran estos trastos.

Desde entonces la joven princesa navega por internet como si fuese por el lago palaciego. Maneja todas las recónditas teclas de su prodigioso móvil y googlea sus dudas.  Se alistó en una red social de mucho prestigio, consiguiendo tener más seguidores que su adorado Azul.

Cada día al levantarse y posar sus soberanos pies sobre la alfombra roja, se conecta a la red y decide el estado que la acompañará durante la jornada. El príncipe mosqueado porque perdió su equipo, quiere discutir o hablar sobre no sé qué.

Cenicienta cariñosamente le dice: - ¡amor mío, sígueme en twitter!

martes, 16 de octubre de 2012

SUPUESTOS Y REALIDADES


 



Fotografía: http://flickr.com/photos/sigmaorion/2465425330
 
La primera vez que la vi en aquella estación, la descubrí sentada en un banco del anden, sumida en unos pensamientos (me atrevería a decir) agradables. La sonrisa dibujada en su cara delataba el disfrute de aquella acción, la mirada clavada en las vías desvelaba la lejanía, estaba a años luz de aquel momento.

Me dediqué a observarla. No tenía otra cosa que hacer hasta el instante de mi partida. Me imaginé una vida para ella.

Vi una niña alegre, dicharachera, atrevida…, estados que dieron paso a una jovencita demasiado alocada, amante de los riesgos, aun así comedida en sus actos. Conoció el amor de la mano de su mejor amigo y demasiado pronto, para mi gusto. Son  sólo suposiciones, pero esa mujer es de las que enamoran y se dejan enamorar a edades tempranas.

Me despista el que no lleve anillo en su dedo anular, tal vez hoy lo olvidó, más la veo casada y no con muchos hijos, a lo sumo dos. Me aventuro imaginándola con niñas, lo que siempre deseó: dos amigas, dos cómplices, dos hermanas, las que nunca tuvo, ya que fue la única chica de cuatro hermanos.

La vida le ha regalado distintas tonalidades, de cuando en cuando las opacas ensombrecen a las llamativas, regresan del fondo del pensamiento para hacerle recordar que siguen ahí.

No sabría con exactitud su edad. No es mayor, tampoco muy joven, es esa edad indefinida que algunas mujeres llegan a alcanzar en un momento dado. Su belleza serena le hace tener un rostro aniñado, aunque hay un surco que sobresale de los demás, es más profundo, como si guardara algo muy intenso. Me intriga.

La suma de los días le ha enseñado el arte del saber esperar, el de todo llega y, también, el del nada es para siempre. El amor de su vida todavía camina a su lado, las hijas hace tiempo que abandonaron el hogar.

Otra vez mis ojos se han posado en esa muesca de su cara. El sonido de mi tren me devolvió a la realidad, al igual que lo hizo con ella. Se levantó y guió sus pasos hacía el exterior. Pasaron meses hasta que la volví a ver. Confieso que la buscaba con la mirada cada día que venía aquí. Proyectó en mi persona una especie de inquietud, algo me arrastraba a querer saber de ella.

Hoy la volví a ver. Curiosamente el mismo banco me devolvía la imagen que guardaba de ella. Sentada con las manos sobre el regazo, la cabeza ligeramente ladeada, su rostro seguía sosteniendo aquella sonrisa, la mirada hundida en los railes y el pensamiento quién sabe dónde. Me recordaba a una Penélope, esperando a su Ulises. La eterna espera.

Esta vez no quise imaginarme su vida. Quise saber. Me senté a su lado. La observé en silencio hasta que lo quebré con un saludo, una observación sobre el tiempo y un detalle personal.

-         Voy a Segovia-. Puntualicé. -¿Y usted?

-         A ninguna parte-. Sonrió.

Me sorprendió la respuesta.

-         No es que no quiera decirle a dónde voy, es la verdad. Cada día vengo hasta aquí, me siento y espero.

-         ¿Espera a alguien?-.

-         No, nunca volverá, se fue para no volver-. Hizo un conato de sonrisa.

-         ¿Quién sabe?-. Intenté alentar.

-         Murió aquí mismo junto a su amante, un once de marzo. Desde entonces vengo cada día a recordarme que las lágrimas sólo sirven para añadirle sal a la vida y no para llorarle a nadie.

Me quedé sin palabras. Siguió contando una vida totalmente distinta a la que yo había fantaseado para ella. Únicamente acerté en una parte: demasiado joven para el amor.

Desde entonces al llegar a la estación, me siento junto a ella compartiendo recuerdos y un café.

lunes, 8 de octubre de 2012

LAS PALABRAS VEDADAS






 
 
 No me costó convencerla en aquel viejo parque. El invierno había anidado en su alma desde hacía tiempo. Conquistarla, enamorarla, regalarle una última primavera antes de que las mariposas se extinguieran.

La transparencia de sus ojos y de sus labios casi consiguió que flaqueara en mi propósito. Seguí beso a beso devorándole el miedo. Ella y no otra, su momento, la elegida para la conquista.

Construí un mundo de color a su alrededor esperando el instante, ése que delata la hora de acabar con las mentiras, cuando las palabras arrancan la máscara veneciana, dejando al descubierto el rostro verdadero de la voz escuchada.

Me fui introduciendo en su vida a la vez que ella penetraba en la mía. Recogía sus abrazos como la hoja lo hace con las gotas de rocío. Coleccionaba sus caricias como el anciano que acumula los gratos recuerdos. Los días a su lado me hicieron descubrir que podía cambiar de parecer, más no era posible, no me crearon para el amor, sólo robar almas perdidas.

En las noches, cuando me separaba de su cuerpo, la pena se apoderaba de mí, la amaba tanto que llegó a confundirme, creí ser mortal. Me hizo adorar el sol, reír bajo la lluvia, venerar los amaneceres, bailar bajo los rayos de luna. Idolatraba su risa, la misma que ahora golpea mis sienes una y otra vez. Reverenciaba cada suspiro que de ella emanaba. Quemamos el tiempo abandonándonos el uno al otro.

Las palabras vedadas llegaron un atardecer, hacía frío, el calor de la hoguera envolvía nuestros cálidos cuerpos. Clavó la noche de su mirada en mi rostro y exhaló las dos palabras que yo perseguía desde un principio. Las que me darían lo que vine a buscar, el premio, el triunfo, el final.

No pude evitar que las pronunciara, aun cuando mis labios sellaron los suyos, ellas salieron produciendo el efecto ya no anhelado

- Te quiero

Y su alma abandonó el cuerpo inerte, quise gritar para despertar el sueño eterno, quise retroceder en el tiempo. Ya eres mía, pensé, me has entregado lo que vine a buscar, ¿no sabes quién soy?

- ¿No sabes quién soy?- bramé. Las lágrimas nacieron en mis ojos,  como siempre que consigo un alma.


 

martes, 2 de octubre de 2012

POR UNOS ALFILERES DE BODA.

 
 



Como ratita presumida voy rechazando maromos esperando encontrar a mi príncipe azul. La señal: unos alfileres de boda. Quedo prendada al verlos -¡Me caso!- pienso ipsofacto.

Al no tener varón, me aventuro en alistarme en esas páginas de eDarling  y Meetic, para probar suerte. Candidatos no me faltan (modestia aparte) es un éxito pasear mi figura con su 1’82 m, acompañada de mis 90-60-90. Sigo negociando con mis ojos verdes y un pelazo color noche cerrada. Ya no importa el contenido, todos responden al envoltorio.

A mí tampoco. Mi aspiración es poder regalar esos alfileres y escapar de las garras del párroco de mi pueblo, el cual me ha echado el ojo para ser la Camarera de la Purísima Concepción.

Llegado el día de la boda, alardeo de morenazo lleno de testosterona y vacío de sentimientos. Pero al fin consigo mi meta: ofrendar unos magníficos alfileres de boda.

Lástima que no exista la misma tradición para el divorcio.
 
Dedicado a Mariose por tener unas manos de oro y por provocar a mi imaginación.
Aquí os dejo el enlace de esta gran artista: