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miércoles, 27 de junio de 2012

LA MUSA







Las ramas crujían bajo sus pies. Su andar era pausado, tranquilo, no había prisa por llegar. Se deleitaba con la naturaleza, salvaje, que moraba a su alrededor. Hora cogía una flor, hora acariciaba a un animal, hora se detenía sólo para contemplar el paisaje.

Siguió caminando un rato más. De pronto, ante sus ojos, como si emanara de la nada, apareció. Una casa blanca, cercada por una valla del mismo color. Todo era blanco en aquella casa. Un camino bordeado por margaritas llevaba hasta el porche. Tres escaleras, sólo tres para llegar a una puerta. La de ella.

Se quedó quieta, mirándolo todo, estudiándolo. Entonces la vio. Tras el gran ventanal, en su rostro había serenidad, en sus ojos templanza. Parecía como si la estuviera esperando desde hacía tiempo. Ambas se sonrieron a modo de saludo. La musa levantó su mano. Ella sólo hizo un gesto con la cabeza.

Puso el pie sobre el primer peldaño, cuando algo llamó su atención. Se giró sobre sí, creyó ver algo o a alguien. Imaginaciones suyas. Cuando se dispuso a seguir avanzando, él la alcanzó poniéndose a su lado, cogió suavemente su brazo obligándola a que le acompañara hasta el bosque.

Miró una vez más hacía aquella ventana, ella seguía allí. Sus labios pronunciaron unas palabras, que la musa no pudo descifrar. Esta la miró con ojos soñadores diciéndole: hoy no Aurora, hoy no.



                                                                                              

domingo, 17 de junio de 2012

VIVIR EN UN POEMA




Hace poco descubrí  la obra de un gran poeta, y al leer uno de sus poemas, quedé abducida por sus versos.  Quedé atrapada en él. Es una osadía, lo sé, tomar algo que no te pertenece. Él  sabrá perdonar mi debilidad, al menos eso espero.

Allí hice mi morada, viviendo entre sus renglones, hice mía aquella habitación cuyo techo eran las nubes y,  que una vez al año pintaban de azul.

Paseé mis pies descalzos por aquella plaza y coroné tu cabeza con laurel. Era yo y no otra la protagonista del poema. La que guardaba la infancia en un armario sin fondo. La que ofrecía sus pechos como almohada en las noches más frías.

La que charlaba sentada como un mimo, con los pies descalzos y de color azul. Llevaba una  vida bohemia, lloraba al atardecer. Ya no quise salir de esa poesía. En ella me atrincheré, hice de cada verso mi bandera, y como un himno  lo fui recitando hasta que quedó grabado en mi mente.

Agazapada en sus esquinas permaneceré . Me quedaré sentada como un mimo en aquella plaza, me quedaré sentada y descalza.

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Tú te sentabas como un mimo
En una esquina con los pies cruzados
Y descalzos,
Unos pies que yo amaba
Como amo el jazz.

Cuando salían los jóvenes de la Universidad
Se paraban a charlar contigo,
Y yo, como el personaje de una tragedia,
Atravesaba la plaza recitando versos,
Que eran como mis pensamientos
(Rosas contra la guerra)

 
Escribía un poema a tus pies
Y a tus pechos,
Mi única almohada en las noches
Más frías.

 
Las nubes eran el techo de nuestro dormitorio
Y, una vez al año, las pintábamos de azul,
Azul como el color de tus pies
Y de las palabras más tiernas.
El perfil de algunos dibujos perdidos.


(Fragmento del poema: “Vidas de poeta” de Ginés Émile)

lunes, 4 de junio de 2012

18 AÑOS




Hoy cruzas el umbral y llegas a mi mundo inquieto y fascinante. Con tus ojos de niño y tu maleta de sueños te niegas a reconocer que el País de Nunca Jamás se va quedando atrás, que Peter Pan ya no cuente contigo para vivir aventuras. Este nuevo traje te pesa, te incomoda y  quieres renunciar a él.

Miras asustado al futuro. Te acechan dudas, miedos, no sabes cómo pensar. Ayer eras un crío, hoy te llaman adulto ¿qué ocurrió en 24 horas? De pronto tienes que recoger un equipaje de ilusiones y desembalar el de responsabilidades.

Me habla tu inseguridad y me pregunta qué pasará mañana cuando abandones nuestro hogar, dónde quedarán nuestras conversaciones y dónde mis buenos días. Aquellos que repetía una y otra vez hasta que arrancaba de tu ronca garganta un gruñido, algo parecido a una respuesta a ese saludo matutino. Hoy te adelantas a mi despertar y pizpiretamente me citas ese buen deseo. 

Me miras buceando en mis ojos, como si quisieras encontrar en ellos todas las respuestas que andas buscando. El no hallarlas hace que te sientas perdido. Echas la vista atrás y me haces retroceder unos años. Compartíamos un juego,  hoy me has hecho recordar que ganaste porque tuviste mi ayuda. Lo había olvidado,  me alegro de que tú no. Puedes tomarla como prueba de que ahí estaré. Seré tu orilla para descansar.

Me abrazas, y literalmente desaparezco entre tus brazos. Ya eres un hombre. Planté tu primera vela en aquella tarta tan distinta a la que ahora tienes delante: sin motivos infantiles y con un número de dos cifras. Cifra que te provoca, y te hace querer huir a otro tiempo, a otra edad. Todavía recuerdo cuando era yo quien te recogía en mi regazo y conseguía rodearte en una sola vez. Y mírame ahora. Necesito turnos para poder lograrlo. Y lo logro, te rodeo fuerte y te miro y te hablo y te deseo: ¡un  feliz cumpleaños!